martes, 11 de mayo de 2010

Articulo estupendo de Laura Freixas

Gracias Laura por tus aportaciones de huesera...


Caperucita Roja y Bibiana feroz

Qué jaleo es este, el que se ha armado a propósito del supuesto intento de Bibiana Aído de “meter cuchara” (una articulista dixit) en los cuentos infantiles de toda la vida? Para empezar, ¿qué ha ocurrido? Los hechos son estos: el Ministerio de Igualdad ha firmado un convenio con la Federación de Enseñanza de UGT para fomentar la igualdad en las aulas; y en él se afirma: “Los cuentos infantiles están llenos de estereotipos. Casi todas las historias colocan a las mujeres en una situación pasiva, en la que el protagonista, generalmente masculino, tiene que salvarla”.

En cuanto a Bibiana Aído en persona, no ha dicho nada. Lo que no obsta para que se la haya acusado de todo: de “achicar los espacios del pensamiento”, “emplear las tijeras de podar en la literatura infantil”, “habitar un mundo desolado de
relativismo y deconstrucción” (sic) y hasta de “no entender Blancanieves”...
Amí, en todo este revuelo, me molestan tres cosas que, más allá de este caso concreto,se están volviendo norma general. Una, que se califique de censura (“piquete
moralista”, ha escrito alguien) lo que no es más que sentido crítico, el intento de hacer que la gente piense en vez de tragarse sin más lo que le echen, sean cuentos infantiles u otra cosa. Dos, la idea subyacente de que de un lado está –cual inocente Caperucita- el sentido común, o la naturaleza de las cosas, o la tradición o la calidad o la libertad de los lectores, y del otro, sólo del otro, como el Lobo Feroz, la ideología.

Como si los cuentos infantiles –o el canon occidental, o la publicidad, o la lengua española– fueran indiscutibles e invariables, como si en su gestación o fijación no hubiera intervenido nadie; como si no contuvieran, en fin, ninguna ideología. Y la tercera: basta que la ministra de Igualdad abra la boca (o no la abra siquiera, como
en este caso), para que la despedace una jauría de columnistas y tertulianos, izquierdasyderechas confundidas. Pero quizá lo que más me duele es el ahínco con
que algunas mujeres que escriben en la prensa han aprovechado la oportunidad
para hacer algo que hacen regularmente: renegar tres veces, en voz alta y clara, del
feminismo y de las feministas. Hacen bien: no olvidan que son hombres, poco
proclives en general al feminismo, los que pagan y mandan, y que su silla nunca está
lo bastante segura.

LA VANGUARDIA O P I N I Ó N JUEVES, 29 ABRIL 2010